Hace algunas semanas, mi madre sufrió una caída que le provocó una fractura en una costilla. Aunque no necesitó usar corsé, la lesión le causó muchas molestias y un largo periodo de recuperación. Afortunadamente, pudo levantarse y fue asistida por personas que la ayudaron rápidamente, pero no todas las personas en situaciones similares corren con la misma suerte.
Este incidente me hizo reflexionar sobre cómo la tecnología vestible, mejor conocida como “wearables”, podría haber jugado un papel crucial en prevenir o manejar mejor la situación. Aunque un wearable no puede evitar directamente este tipo de accidentes, puede reducir su probabilidad al detectar y dar aviso ya sea de una baja en glucosa, de problemas de presión, o de monitoreo de pacientes con uso de fármacos de alto riesgo, situaciones que pueden ocasionar mareos, déficit sensorial, o marcha inestable. Además, estos dispositivos tienen la capacidad de registrar el evento y notificar a los contactos de emergencia, ofreciendo una ayuda rápida y efectiva.
La tecnología de los wearables ha avanzado considerablemente desde los primeros dispositivos simples, como los podómetros, que solo contaban los pasos. Hoy en día, los wearables incluyen una amplia gama de funciones avanzadas. Los relojes inteligentes, con marcas como Apple, Garmin y Samsung liderando la industria, no sólo registran la actividad física, sino que también monitorean la frecuencia cardíaca, el nivel de oxígeno en sangre, realizan electrocardiogramas (ECG) y analizan los patrones de sueño. Por otro lado, los brazaletes de fitness, como los de Fitbit, se centran en la actividad física y la salud, proporcionando datos detallados sobre pasos, calorías quemadas y niveles de actividad diaria.
Además de los relojes y brazaletes, la innovación ha llevado a la creación de ropa inteligente, como las camisetas Hexoskin, que monitorean la frecuencia cardíaca, la respiración y los movimientos. Sujetadores deportivos inteligentes, como los de la marca OMsignal, proporcionan datos sobre la actividad física y el bienestar general. También existen anillos inteligentes, como el Oura Ring, que pueden monitorear el sueño, la actividad, la temperatura corporal y la frecuencia cardíaca, ofreciendo una visión integral de la salud del usuario.
Uno de los mayores beneficios de los wearables es, en definitiva, el monitoreo continuo que ofrecen. Estos dispositivos permiten un seguimiento constante de nuestros signos vitales y actividad física, proporcionando datos en tiempo real que pueden alertarnos sobre posibles problemas de salud antes de que se vuelvan graves. Un estudio reciente de la Universidad de Stanford mostró que los wearables pueden detectar cambios en el ritmo cardíaco que podrían indicar la presencia de enfermedades como el COVID-19 antes de que los síntomas se manifiesten.
De igual forma, los wearables son cruciales en la prevención de caídas, especialmente entre los adultos mayores. Las caídas son una preocupación significativa de salud pública; cada año, uno de cada cuatro adultos mayores de 65 años se cae, según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC). Las caídas son la principal causa de lesiones fatales y no fatales en esta población, con más de 3 millones de personas tratadas en salas de emergencia cada año por lesiones relacionadas con caídas.
Los wearables pueden desempeñar un papel vital en la prevención de caídas al monitorear el equilibrio y la estabilidad de una persona. Algunos dispositivos avanzados pueden detectar una caída en el momento en que ocurre y enviar alertas automáticas a los servicios de emergencia o a los contactos de emergencia del usuario. Este tipo de intervención rápida puede ser crucial para reducir las consecuencias graves de una caída, como fracturas de cadera o lesiones en la cabeza, que son comunes entre los adultos mayores. El impacto financiero de las caídas también es significativo. En 2015, los costos médicos directos de las caídas fueron aproximadamente $50 mil millones, y se espera que esta cifra aumente a medida que la población envejezca; así que no solo puede mejorar su calidad de vida, sino también reducir los costos de atención médica asociada.
La visión para el futuro incluye una diversificación y miniaturización de los wearables. En lugar de relojes y pulseras, podríamos ver implantes subcutáneos, como los llevados a cabo por empresas como Neuralink, que monitorean parámetros vitales en tiempo real; o proyectos como el de Google en colaboración con Novartis, quienes están desarrollando lentes de contacto inteligentes capaces de medir los niveles de glucosa en las lágrimas. Todo esto impulsado con la integración de asistentes personales dotados de inteligencia artificial que podrán analizar los datos recopilados por los wearables en tiempo real y proporcionar recomendaciones personalizadas, alertar sobre posibles problemas de salud, e incluso coordinar con otros dispositivos inteligentes en el hogar para ofrecer un entorno más seguro y saludable.
Aunque los wearables también presentan desafíos, especialmente en términos de privacidad de datos y accesibilidad, no hay duda de que su potencial para mejorar nuestra calidad de vida es innegable. A medida que la tecnología avanza, podemos esperar que los wearables se conviertan en una parte integral de nuestro cuidado de la salud, ayudándonos a vivir vidas más saludables y conscientes.
Por: Walter Trujillo Díaz